La Grande Enfermedad. Peste y milagro en Montalbán

«Corría el año 1598. Nuestro señor don Felipe II agonizaba en medio de terribles tormentos (…) Con las galas de las úlceras y las llagas purulentas con las que, durante meses, le vistió burlona La Muerte, el cuerpo de nuestro rey se descomponía como las villas de su reino…».

Aquí arranca nuestro periplo, en este caso, el de un pueblo, La Puebla de Montalbán, que vio como la peste, el «jinete bayo» al que alude el Apocalipsis, diezmaba su población hasta amenazarlo casi con desaparecer. Y es que La Puebla, epicentro de la epidemia en Toledo, fue una de las poblaciones más afectadas de la Península: en apenas tres meses mueren unos 2200 habitantes, esto es, más de la mitad de su población. Un siglo después de la epidemia La Puebla poseía menos habitantes todavía que a principios del siglo XVI… Sirva este simple dato para ilustrar la gigantesca tragedia que azotó esta villa otrora próspera de la vega del Tajo.

Para contarla nos hemos servido de la figura histórica de Alonso Moreno, maestro en La Puebla, y al que la parroquia, pasados varios decenios de la mortal epidemia, encomendará «transcribir en pergamino las viejas relaciones de sepulturas», labor que traerá de regreso a su memoria «aquel esbozo de Apocalipsis». El trágico amor con Juana (nieta del bachiller Rojas), la cainita relación con su hermano (el padre Gabriel) y las muertes que van asaltando a los pueblanos de arriba y de abajo van vertebrando nuestro relato, siempre con el contrapunto cómico del «Loco Pascual», auténtica cara B de esta historia. Desfilan también por sus escenas el obispo Andrés Pacheco, gigantesca figura pueblana, teólogo, cardenal, Inquisidor General y Patriarca de la Indias Occidentales; Alonso II Téllez Girón, conde de Montalbán en aquellos oscuros días; el humanista Luis Vives, célebre reprobador de La Celestina, y la mismísima Catalina de Rojas, una de las hijas del Bachiller, y con la que fantasearemos sobre su existencia.

La génesis de esta obra se dio curiosamente en los albores de la epidemia del covid-19. Los miembros de Las Cumbres de Montalbán (Rodolfo, Florencio, Pedro, Sejo…) y el Ayuntamiento quieren dar un impulso decisivo al Festival Celestina (La España de Rojas) con una nueva producción. ¿Había algo mejor que contar a los pueblanos que la mayor tragedia colectiva que había azotado a sus ancestros? La pandemia del coronavirus trajo de nuevo a nuestras cabezas aquella célebre frase de don Fernando:

Ninguno es tan viejo, que no pueda vivir un año ni tan mozo, que hoy no pudiese morir.

Y, sin embargo, como dirá Alonso en la última escena, «siempre es tiempo de peste». Porque las epidemias que afectan al cuerpo no deben hacernos olvidar las que necrosan el alma.

Queremos dedicar esta obra a todas las víctimas del coronavirus y, en especial, al malogrado Sejo, impulsor de este proyecto y que nos dejó antes de tiempo. Él fue el que subrayó con especial énfasis la importancia del Cristo de la Caridad de Santa Olalla, a cuya intercesión se atribuye el fin de la epidemia de 1598.

La Grande Enfermedad. Peste y milagro en Montalbán

Dirección y dramaturgia: Alberto Gálvez

Asesoría movimiento: Amalia Hornero

Maestro de máscaras: Dani Llull

Diseño de luces: Jorge Muñoz

Creación elementos escenográficos: Fernando Figueroa

Coro: Coro de actores, Claudio Pascual

Colaboran: Tercio de Salamanca, A.C Semillas del Arte, A.C Liberaelarte y Danzantes de la Bandera del Cristo de la Caridad de Santa Olalla